¿Quién dijo que el amor tiene que ser delicado?
Durante
su primera gira por el extranjero, un malcriado príncipe se debatirá entre el
resentimiento que le suscita su atractivo guardaespaldas y el deseo que le
atrae, irremediablemente, hacia él.
El
príncipe Jordan tiene veinte años, es rico y por fin va a salir al mundo. Lo
último que necesita en esos momentos es un niñero. Especialmente, uno tan
rígido como lo es Stuart Whitmore, un imponente hombre maduro que, ya desde su
primer encuentro, le deja meridianamente claro que, si le causa problemas,
habrá consecuencias.
Nadie le ha puesto una mano encima en toda su vida y, por primera vez, Jordan
se encuentra frente a esa posibilidad —e intentará averiguar qué fibras tocar
para conseguir su objetivo.
Porque hay algo tras la mirada de Stuart que le dice que la atracción que
siente hacia él, es mutua.
A Stuart
le importa una mierda que Jordan sea un príncipe: sigue siendo el mocoso más
arrogante que jamás haya visto en su vida. También es una tentación; una que
despierta deseos que ya creía extinguidos en su cuerpo desde hacía mucho
tiempo. El príncipe necesita disciplina y Stuart resulta ser el hombre idóneo
para proporcionársela.
Pero hay cierta vulnerabilidad en Jordan que le atrae como un imán.
Y esa atracción resultará demasiado difícil de ignorar.
¿Qué sucede cuando la disciplina cruza la frontera hacia la
lujuria?
Y ¿cuáles son las ramificaciones cuando esa conexión se transforma
en algo que va más allá de lo meramente físico?
¿Para ambos?
Gracias por compartir.
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